martes, 31 de julio de 2012

Capítulo 7 (VISIÓN Peeta)


Al abrir los ojos me encuentro con el otro lado de la cama vacío. Katniss no está. Probablemente haya ido al bosque a pasar unas horas de soledad, o puede que Effie la haya sacado de la cama tan temprano para empezar a prepararse.
Sonrío sólo con pensar que esta noche dormiré al lado de mi esposa, no de mi novia. Toda una vida he tenido que esperar hasta este momento, y, por fin, después de luchar contra mí mismo, después de recuperar todos los buenos recuerdos junto a ella, después de superar el miedo al rechazo; voy a casarme con Katniss.
Me levanto aún más sonriente y paseo por la habitación unos minutos. Al asomarme por la ventana descubro uno de los días más soleados de Agosto. Jamás se borrará de mi memoria este día. Jamás.
-¡Buenos días!-dice Haymitch entrando en la habitación-. Katniss está en la cocina. Esto es lo que vamos a hacer: vamos a salir por la puerta de entrada sin ser vistos por nadie y sin ver a nadie, y nos prepararemos en mi casa hasta el momento. Cinna se encargará de tu novia, y Effie irá de una casa a otra. Ya sabes cómo es. Necesita que todo salga perfecto en el momento preciso.
-Está bien-digo alegre-. Pensaba que Katniss estaría en el bosque, al menos por un rato.
-Effie se lo impidió justo cuando salía de la Aldea de los Vencedores. Según ella, como todo está listo en la Pradera, ninguno de nosotros, incluidos los niños y Katniss, podemos ver la preparación.
-¿Tú tampoco?
Niega con la cabeza. Todos sabemos cómo es Effie y seguramente se negó que lo viera Cinna, pero sin resultados, el tiene que verlo sí o sí.
Salimos de la habitación y en silencio bajamos las escaleras con cuidado de no ser descubiertos por nadie. Cuando pasamos por delante de la cocina me obligo a no mirar dentro y escucho las voces de Effie y Katniss. Creo que Cinna también está dentro aunque no lo tengo claro.
Me pregunto quién se encargará de mí. Katniss estará acompañada de Cinna y Effie, y aunque ésta última venga de vez en cuando a casa del mentor, no será lo mismo. La respuesta a mi incógnita la obtengo al traspasar la puerta y encontrarme con Venia y su enorme sonrisa.
-Enhorabuena-dice y corriendo viene tanto a abrazarme como a darme dos besos-. Me gusta ver que sigues igual que siempre, apenas tendré que retocarte.
-Gracias, Venia. Me alegra verte exactamente igual que la última vez.
-Ah, ya sabes, cirugía capitoliana. Menos mal que aún tengo derecho a ello-ríe-. ¿Te han dicho ya que Octavia y Flavius se van a encargar de tus hijos?
-No, nadie me había avisado-miro a Haymitch y se encoje de hombros.
-Estoy deseando ver cómo son- continua Venia-. No me han dejado-me aclara ya que he alzado una ceja-, estaban acostados cuando llegué, así que hasta la ceremonia nada.
Venia me hace pasar al salón y veo que en vez de ser la sala con sus dos sillones, la mesa dónde colocar la comida, las múltiples sillas y la televisión; la han convertido en algo así como un centro de belleza. La mesa sirve de apoyo para el maquillaje y todos los aparatos que me arreglarán el pelo. Hay sólo una silla en todo el salón y está enfrente de un espejo enorme. Los sillones están al fondo, debajo de la pantalla colgada en el techo. En la pared veo el hueco perfecto donde Katniss me dijo que colgaríamos el cuadro. Espero que Effie recuerde lo que pactamos hace un par de días: en cuanto Haymitch descubra su fuente de licores, ella correrá hacia mi casa y junto a los niños llevará el cuadro a casa de Haymitch y lo colgarán. Mientras ocurre todo esto, Katniss y yo le entregaremos el regalo de Effie al mentor para que en cuanto ella vuelva, él se lo de. Estoy deseando ver la cara de ambos.
-Tómate esto-dice de pronto Venia sacándome de mis pensamientos. Veo en su mano una pequeña pastilla amarilla igual a la que me dieron en ambos Juegos para que la barba no me creciera durante la estancia en la Arena. La cojo y me la coloco en la lengua. No entiendo por qué a Venia -y supongo que a Cinna y Effie también- le interesa tanto que mi barba no vuelva a aparecer en un tiempo. Al fin y al cabo la boda sólo va a durar un día y Katniss conoce de sobra mi vello facial, aún así no rechisto y me la trago.

Effie me está poniendo nervioso mientras va de un lado a otro. No para de preguntar si esto y aquello está listo y de recordarnos que cuanto menos tardemos, mejor. Dice que tenemos que llegar mucho antes que Katniss y que Cinna es rápido, y que como no nos demos prisa, ella estará antes que yo. Así que Venia hace lo imposible para tenerme listo poco después de la charla de Effie, entonces llegan más instrucciones:
-¡Haymitch!-grita furiosa Effie-¿Se puede saber qué haces? Vamos, vístete-lo coge del brazo y lo lleva escaleras arriba.
-¿No son perfectos el uno para el otro?-pregunta Venia con una sonrisa en la cara mientras yo me quedo perplejo.
-¿Qué dices? Si se llevan fatal. No hay nada más que verlos.
-Que te crees tú que en estas tres semanas no ha pasado nada. Ahora, esto se veía venir desde hace tiempo.
-¿Qué quieres decir?
-Quiero decir que esos dos se gustan, puede que aún no lo hayan admitido, pero estas tres semanas aquí han hecho que se acerquen mucho más. Recuerdo que mientras estabais Katniss y tú en la Arena, no paraban de discutir todo el día y ya se sabe que los que se pelean se desean-sonríe y guiña un ojo.
Miro hacia las escaleras de donde provienen sus voces. Puede que sea cierto lo que dice Venia, que entre Effie y Haymitch haya algo más que discusiones y peleas de niños tontos. Si los polos opuestos se atraen, Haymitch y Effie deben de estar muy pegados. Me río sólo con pensar como podrían mantener una relación amorosa, aunque viéndolo de otro modo, ambos se necesitan. Todos somos consciente de la soledad que tienen los dos, nunca han estado con nadie (Haymitch por miedo a tener hijos y que salieran en la Cosecha; Effie porque el Capitolio la ha tenido ocupada con ser la acompañante de los tributos) y de que tanto el uno como el otro, a su manera, encajan perfectamente con el otro. Es como si Effie complementara los defectos de Haymitch y viceversa. Quién sabe si esta boda hace que dentro de poco (o mucho) tenga lugar otra boda.

Al pisar el césped verde del jardín de Haymitch e inhalar el olor a vida que hay dentro de la Aldea de los Vencedores no puedo evitar sonreír y sentirme libre. Saber que soy la persona más afortunada de Panem y que nadie hoy puede hacer que eso cambie.
Veo en la acera de enfrente a mis dos hijos. Sarah con un vestido rojo palabra de honor que tiene en la cintura un cinturón blanco a juego con los pendientes y el collar. Jaden lleva un traje negro con la camisa blanca y una pequeña corbata también negra. Mi hija tiene el pelo rizado, no liso como de costumbre, y una capa de maquillaje, mientras que el pequeño de la casa tiene sus habituales rizos cayéndole por la frente, sólo que ahora parecen más definidos que antes.
Haymitch sale por la puerta con un traje azul marino y el pelo rubio en perfecto estado. Luego sale Venia arreglada con un vestido rosa chicle y todos los complementos así como los tacones, negros.
-Ya estamos todos-dice el mentor-. Vayámonos antes de que Effie venga a echarnos con una escoba-ríe.
Caminamos con algo de prisa por la calle hasta dejar lejos la Aldea y entonces cogemos un ritmo más lento. No vemos a nadie en la Plaza lo cuál no es raro. Casi toda la gente del 12 estará presente en la ceremonia así que es normal que todo esto esté vacío. Una boda en el Distrito 12 es sinónimo de fiesta para todos. Además hay que tener en cuenta de que hoy no será una boda normal. La chica en llamas, los trágicos amantes, el Sinsajo. Somos conocidos en todo Panem y creo que nadie nunca olvidará nuestras caras y hay que sumarle el lío mediático que se armará al haber hecho nuestra boda pública. Según Effie ni una cámara conseguirá tomar una imagen y conociéndola puedo estar seguro de que será como dice.
Tan absorto voy en mis pensamientos que no me doy cuenta de que ya estamos cruzando la Veta y eso quiere decir que estamos a escasa distancia del lugar donde se celebrará tanto el acto como el banquete. De repente me pongo nervioso y las manos comienzan a sudar. Es raro que después de 16 años juntos aún tenga esta reacción cuando tengo una cena romántica con ella, cuando nos acostamos, o incluso cuando se levanta por las mañanas y veo cómo se viste. Debería estar acostumbrado, debería darme igual, pensar que es como una rutina, algo que hacemos a diario, y que la boda no es más que hacer oficial lo que venimos años haciendo. Pero no. Estar con Katniss es como explorar un mundo nuevo cada día, como respirar aire puro después de un naufragio, como besar el aire gélido del invierno, como observar un amanecer de distintos colores todos los días. Lo que siento por ella nace del pecho y se extiende por todo el cuerpo como si fuera fuego. Es un calor incontrolable,un deseo arraigado en mi interior. Supongo que Katniss es algo así como el alma de mi alma, el último suspiro de mi pecho, mi razón de ser. Sin ella estaría perdido, y todo lo que hemos formado juntos es la única historia que veo en mi mente. Mis hijos son su reflejo. Ellos son la llama de ambos, nuestro pequeño universo. Así que cada vez que voy a hacer algo con ella es como sumergirme en un océano profundo lleno de misterios que desentrañar, repleto de sucesos mágicos y de sensaciones que me producen escalofríos y me transportan a otra parte, un lugar donde sólo estamos ella y yo.
Al llegar veo todo lo que Effie ha montado y me quede con la boca abierta. Sólo puedo decir que es increíble, que ni en mis mejores sueños todo esto pudiera ser así. El prado hoy es precioso. La hierba fresca y el sol acariciando mi piel. La gente está sentada en su sitio; unos bancos de madera de arce puesto en tres filas mirando al frente; un escenario también de madera pero pintado entero de blanco. Me fijo en que es redondo y que detrás de él hay otras tres filas de invitados. En el escenario hay un pequeño atril que me llegará a la altura del estómago y detrás de éste está el alcalde, quién se encargará de casarnos. Los brazos de Haymitch me paran en seco.
-¿Vas a ir solo caminando hasta allí?-señala el camino sin hierba (se ve que se han molestado en arrancarla y dejar sólo un estrecho camino de tierra) que lleva al escenario.
-¿Qué hora es?
-Katniss llegará en unos minutos-responde Effie colocándose entre los dos-. Es hora de que vayas allí.
Me doy cuanta de que Haymitch me ha dicho eso porque al morir mi madre no tengo quién me acompañe por el camino. Sé que o Haymitch o Cinna acompañará a mi futura esposa, pero no sé que va a ser de mí. La respuesta llega en unos segundos.
-¿Qué tal, Peeta?
Me vuelvo y sonrío ampliamente. Sus ojos azules brillan de emoción. Su vestido es verde, justo el tono preferido de Katniss y no puedo hacer otra cosa que cogerle la mano y besarla.
-Hola, Rachel.
-Espero que seas un buen marido para mi hija o pagarás las consecuencias-bromea-. ¿Ahora me explicas por qué has tardado tanto en pedírselo?
La madre de Katniss siempre me resultó un poco...diferente. Sin embargo es una persona muy agradable, con sus más y sus menos, con todo lo que haya podido hacer en su pasado, pero una señora con un carácter fuerte. Soportar la pérdida de la persona que más amas en este mundo es muy complicado, yo no sé lo que haría. Y aguantar que tu hija menor salga en la Cosecha y sea reemplazada por tu hija mayor es aún peor. Además por doble turno. Y creo que no hace falta decir la multitud de veces que Rachel ha creído muerta a Katniss. No paso tampoco por alto la muerte de Prim. Todo eso es devastador, sin embargo, ahí la tienes.
-Yo...tenía miedo.
-Sí. Katniss puede salirte por cualquier lado. ¿Está molesta conmigo?-entrecierra los ojos y frunce los labios.
-No-contesto-, sólo apenada por haberte perdido el nacimiento de tus dos nietos.
-¿Soy abuela?-pregunta casi chillando y entonces corre a por mis dos hijos que aún no han ido a sentarse-. ¿Son estos dos? Tienen vuestras caras-les pellizca el moflete a cada uno y los abraza-. Lo siento-dice avergonzada-. Tendría que haber estado aquí todos estos años.
-Bueno, aún tienes tiempo de ver a más nietos-ríe Effie.
Me gustaría tener otro más, pero sé que Katniss se negará rotundamente, aunque puede que hoy sea una buena noche para insinuarlo. Ya sabe lo que se siente y llevamos 13 años sin problemas. Un tercer niño no supondrá la reacción que tuvo con el embarazo de Sarah.
La música de iniciación comienza y Effie sale disparada en dirección a la Veta. Haymitch sacude la cabeza y va detrás de ella, así que supongo que al final será Cinna el que la acompañe.
-Vamos- Rachel me coge por el brazo y tira de mí hacia delante-, ya casi soy como tu madre-comenta con una sonrisa.
-Gracias-le digo.
Sarah y Jaden se colocan en el comienzo del camino de tierra en cuanto Rachel y yo andamos sobre él. Pero en lugar de moverse hasta sus asientos, se quedan de pie mirando al frente. Sigo sin comprender qué están haciendo pero supongo que Effie les habrá dicho que hagan eso.
La gente se sienta a medida que avanzamos. Veo en sus caras no sólo rasgos conocidos, sino sonrisas alegres, triunfantes, escucho alguna que otra enhorabuena y veo como asienten con la cabeza. Rachel me deja justo a un paso del peldaño que me subirá al escenario.
-Sé valiente-susurra antes de colocarse en un asiento en primera fila.
Mientras subo el escalón y me coloco delante del atril pienso en que ser valiente no es cosa de una sola persona. Ser valiente se cumple cuando dejas la cobardía ante cierta situación y por cierta persona. Yo me hice valiente cuando le tiré aquel pan a Katniss, cuando me arriesgué ante mi madre para darle una esperanza de vida a esa niña cantora que me cautivó en clase. No podía dejarla morir de hambre. Después de aquello sólo he sido valiente por ella, capaz de morir en su lugar, capaz de luchar contra mis deseos, capaz de ser lo que soy por ella. Y no le tengo miedo nada más que a la idea de perderla. Ahí es cuando soy cobarde, cuando no la tengo. Pero afortunadamente me encuentro en el lugar ideal donde demostrar no la valentía, sino el amor que le profeso.
Cierro los ojos y subo. Le estrecho la mano al alcalde y me da un pequeño bolígrafo con el que después firmaré el certificado de boda. Me coloco de lado y espero a que Katniss aparezca de un momento a otro. El corazón se me acelera, los susurros de las personas me bloquean la mente y las manos vuelven a sudar. Siento que de pronto no hay gravedad en la tierra y parece que voy a caerme del escenario. Todo gira. Tiemblo. Mis ojos formulan lágrimas cristalinas y dos pequeñas gotas recorren mis pómulos con delicadeza. Toda esa espiral que se está formando por la presión y por la emoción desaparece en cuanto miro hacia el camino de tierra y veo cómo Katniss camina hacia mí envuelta en llamas.

miércoles, 25 de julio de 2012

Capítulo 6 (Parte I)



El tiempo que pasa desde que pierdo la consciencia hasta que alguien me echa agua en la cara es relativo. Pueden haber sido segundos, minuto u horas, no estoy segura. Pero cuando abro los ojos aún veo borroso y todo sigue dando vueltas. Primero veo el cielo azul y despejado, luego, a medida que voy girando la cabeza, veo copas de árboles bastante altos. Más tarde a mis oídos llegan los sonidos del agua de un arrollo y la voz de Peeta.
-¿Katniss? ¿Estás bien? ¿Puedes verme ,oírme?-pregunta desesperado.
-Mi cabeza...
-Nos vamos, se acabó. Esto no es bueno para ninguno de los dos, creo que lo hemos demostrado.
-No, Peeta- entonces me acuerdo de que le he dado una bofetada, de que he salido corriendo por el bosque y que de alguna manera he acabado desmayada por el suelo-. Lo siento, no tenía que haberte pegado. Yo...-me intento incorporar para coger su cara entre mis manos, pero me detiene.
-Espera a que se te pase el mareo y hablamos.
Parece que después de todo no está enfadado, sólo está preocupado. No tengo manera de saber si antes de que me encontrara desmayada íbamos a tener una discusión o no. Supongo que algo me diría, que me regañaría por mi comportamiento o algo similar, pero ahora con todo esto que me está pasando no creo que sea capaz de decirme nada.
Me trae unas bayas y me da un poco de agua. Poco a poco me deja levantarme y cuando empiezo a quejarme nota que me he recuperado y que no hace falta que sigamos sentados en el suelo. Andamos en silencio por el bosque, en dirección contraria hacia el Distrito 13. No sé qué pretendemos ni cómo comenzar la conversación tipo disculpa.
-Paylor casi está llegando. Cuando volvamos seguramente ya esté en el hospital-anuncia.
-Peeta, no quiero hablar de Paylor ahora, quiero pedirte perdón. En serio, no quería pegarte, sólo...
-Katniss, lo entiendo. Has pasado por mucho y te están exigiendo demasiado. Además yo sólo he echado más leña al fuego al pedir que nadie te dijera nada.
-¿Desde cuando me habéis ocultado cosas?
-Desde que te fuiste al 1.
Bien. Vale, lo comprendo. No, en realidad no. ¿Por qué durante tanto tiempo? Intento no ponerme furiosa de nuevo y me calmo diciéndome que era lo correcto, que así me mantenían a salvo. Aunque conociendo mi historial, da igual lo mucho que alguien intente mantenerme con vida y protegerme. A final siempre acabo de una manera u otra en peligro, y lo peor es que arrastro conmigo a todos los que están a mi alrededor.
Seguimos caminando sin hablar más. Ahora pienso que sí que está enfadado o quizá tiene que decirme algo importante, algo que a ambos nos cueste un precio caro. Porque, ¿cómo no vamos a pagar las consecuencias de que la boda y las elecciones sean el mismo día? Estoy segura de que algo pasará. No es posible, tengo que convencerme de que todo es una broma de mal gusto. Seguro que en cualquier momento aparecerán todos de entre los árboles y dirán que todo ha sido fruto de una mentira para reírse a mi costa.
-Cancelamos la boda, Katniss. Effie está en ello.
El mundo se detiene bajo mis pies. El mareo vuelve, aunque es distinto al que he experimentado hace minutos. Miro a Peeta con odio, con frustración, con miedo y con algo de desesperación. No me esperaba para nada lo que dicho. Nunca lo hubiese pensado, no que saliera de él. Podría esperar que fuera yo misma la que lo echara todo por la borda, pero no él. No la persona más fuerte que conozco, no el hombre que luchó contra él mismo por estar a mi lado. Sin embargo, una parte de mí lo entiende y lo necesita, casi que lo desea. Quizá cancelar la boda sea lo mejor por ahora, aunque, si ha dicho cancelar en vez de posponer, puede que nunca lleguemos a ser un matrimonio.
Peeta parece ignorar mi desacuerdo por la cancelación de la boda y sigue caminando. No sé qué hacer. Convencerme a mí para hacer o dejar de hacer algo es fácil, pero convencer a mi novio de que cambie de idea es incluso más difícil de que a mí me salga un discurso improvisando. Si todo el mundo pensaba que yo iba a ser la que se echase atrás, aquella a la que nada le importara, la que sólo se preocupa por sí misma, la que tiene miedo al compromiso, creo que dejo patente que todo es falso y quiero casarme con el hombre que va unos cuantos metros por delante de mí.
Corro hacia él, salto y me engancho en su cuello, enroscando mis piernas alrededor de su torso. No vamos a movernos de aquí hasta que me de un explicación, y sobretodo hasta que cambie de opinión.
-De eso nada. Peeta no he estado recorriendo distritos y soñando con ese día para que ahora lo cancelemos. Tú quieres casarte, yo quiero casarme. Nadie debe interferir en nuestra boda. Me da igual que sean las elecciones, me da igual lo que vaya a pasar-la palabras salen de mi garganta con furia, parece que casi estoy gritando-. Te quiero, no puedes dejarme.
-No voy a dejarte, sólo lo cancelo.
-Idiota, ¿por qué? No puedes entender que me da igual.
-No te da igual. Anda bájate.
Me niego rotundamente a desengancharme de su cuerpo. Si quiere que volvamos al 13 primero tiene que prometerme que no va a cancelar nada y que todo sigue el curso de las cosas como lo habíamos planeado, además, he grabado el propo diciendo que mi boda será el mismo que la elecciones. Puede que no lo emitan después de la decisión de Peeta, pero entonces, la idea de que nuestra boda fuera un distracción para la gente, se reducirá a la nada.
-Eres un mentiroso. Quiero casarme.
-¿Cuánto?
-¿Te basta con la cantidad de un para siempre?
-¿Estás segura?
Es una pregunta que me he estado haciendo desde el mismo momento en el que el Presidente Snow vino a mi casa y mi subconsciente supo que pasaría el resto de mi vida al lado de Peeta. Al principio, como era de esperar, no quería. Me aterraba la idea de estar casada con alguien y más la de tener hijos, pero sólo hay que ver el giro de los acontecimientos durante los últimos años para darse cuenta de que quiero casarme con Peeta. Si ya casi lo hice una vez, ¿por qué no ahora? No podemos quitarnos el compromiso de encima cada vez que pase algo, tenemos que ser fuertes y luchar unidos. Y, sinceramente, prefiero luchar al lado de Peeta, con un anillo dorado en mi dedo anular, cuando sobrevengan las cosas. Lo peor no son las elecciones, lo peor será lo que venga después. El gobierno del cuál quiero huir.
Así que, después de la primera Arena, después del Vasallaje, después de la rebelión, de tantas muertes a nuestro alrededor, después de derrocar al gobierno opresor, de tener dos hijos y de vivir juntos todo lo que hemos pasado, no puedo negarme. Y tampoco no puedo omitir el hecho de que estoy enamorada de él y de que ya va siendo hora de dejar de atrasar lo inevitable.
-Sí-contesto y le beso el cuello.
-Aunque los Juegos volviesen.
-Aún así-digo y asiento repetidamente con la cabeza-. ¿Qué te hace pensar que volverán?
-Es sólo un pensamiento, pero, ¿estás segura?
-Peeta si no quieres casarte porque no me quieres no...
Me da la vuelta hábilmente y me coloca en el suelo, me tapa la boca y niega con la cabeza sin dejar de mirarme a los ojos.
-Nunca, nunca creas que no te quiero-dice y me abraza con fuerza-. Quiero casarme contigo, me da igual si es ahora, mañana o dentro de mil años, pero quiero que nada te haga cambiar de opinión, o que por dentro estés mal por las elecciones o lo que sea.
-A tu lado no, me da igual mientras sigamos juntos.
El beso que viene ahora es uno de los mejores que he vivido. Es, al principio, suave y lento, pero a medida que nuestros labios se rozan continuamente y nuestros alientos se mezclan, se vuelve más rápido, más cálido y expresivo. Dejamos que la pasión se apodere de nuestros cuerpos y se convierte en un beso mágico. Un beso largo, húmedo y muy sentimental. Un beso que hacía tiempo no nos dábamos por todos los problemas, y sí, un beso de los que me hacen desear más irremediablemente. Y como es tan fuerte el hambre que siento por sus caricias y por más besos, no despego mis labios de los suyos, no dejo de aguantar la respiración, y sigo articulando mi lengua para hacer que mi sed se sacie. Peeta también parece que tenía ganas de un momento así. No deja que nos separemos durante un instante sujetándome por la cintura y acariciándome el pelo con suavidad, pero, de repente, se detiene. Yo sigo apretando con fuerza nuestros labios hasta que me doy cuenta de que le ocurre algo. Abro los ojos sin dejar de posar mis labios sobre los suyos.
-Effie- dice alarmado y con dificultad ya que no dejo que se aparte de mí.
¿Effie? Entonces me acuerdo de que ella debe estar cancelando invitaciones, decoración y todo lo demás. Como si llegáramos a un acuerdo sin hablar, como aquella vez cuando Haymitch entró borracho en el vagón-bar del tren, salimos corriendo, cogidos de la mano, en dirección al Distrito 13 para hacer que Effie pare, y para hablar con Paylor; Peeta desconoce mis intenciones reales.

Pocas veces tengo suerte, pero parece que esta segunda parte del día pinta bien. Paylor llegó en un aerodeslizador justo al tiempo que Peeta y yo salíamos de los bosques. Effie no cambió nada porque, según ella, necesitaba mi aprobación para hacerlo, y los niños han conocido al pequeño Finnick, bueno, no tan pequeño ya que tiene casi 15 años.
Ahora me encuentro caminando a lado de mi familia por las calles pavimentadas del Distrito 13, recorriendo su escasa distancia, ya que una calle ancha une unos pocos callejones donde hay casas grandes y espaciosas de madera. Se nota que hace poco las han construido, aún puede olerse el olor a pintura y los árboles de los jardines son muy jóvenes. Finnick O. Cresta, como dice que le gusta que le llamen en vez de por el apellido de su padre, nos conduce hasta su casa, una de las más viejas dentro de lo que cabe. No deja de ser de madera, pero sí que es algo más pequeña que las demás. Tiene un bonito jardín donde el césped es verde y los árboles dan un sombra muy agradable. Cerca de un cerezo veo que hay una mesa blanca rodeada de sillas del mismo color. Cuento cuántas hay: 7. Y veo, saliendo de la casa, a Haymitch.
Supuestamente, según lo que tengo entendido, Annie regresó al Distrito 4 antes de dar a luz. Effie, durante el viaje al 8, me comentó que vivía en el Distrito 13, no en el 4. Y eso me dejó algo desconcertada. Supongo que aquí encontraré la respuesta.
-Podéis sentaros si queréis-dice alegre Finnick-. Voy a llamar a mi madre.
Nos sentamos todos al rededor de la mesa y desde el interior de la casa me llega un dulce aroma que hace que la lengua se me derrita. Llevo todo el día sin comer nada y necesito recuperar las fuerzas que he perdido.
Annie sale de la casa con una bandeja entre las manos y una gran sonrisa en la cara. Se acerca a nosotros y me levanto de la silla para saludarla. Cuando deja la bandeja llena de comida sobre la mesa, las dos nos fundimos en un abrazo fuerte. Me doy cuenta de que la he echado de menos y de lo mucho que me alegro de que esté bien.
-Tengo que daros la enhorabuena-dice mirando primero a Peeta y luego a mí-. Siéntate, yo me encargo de traerlo todo. Espero que tengáis hambre.
La mesa enseguida se llena de aprobación. Todos tenemos bastante hambre y creo que lo que hay sobre la bandeja aliviará nuestros estómagos. Intento ir tras Annie para ayudarla a sacar tanto vasos como cubiertos, pero me detiene diciendo que debo estar cansada y que no me moleste más en ayudar, que ya lo hice hace muchos años y ahora ella tiene que agradecérmelo de algún modo. Finnick, quién dice que mejor le llamemos Finn, trae vasos y vuelve dentro de la casa para seguir trayendo cosas.
-Eres una bruta-dice Haymitch señalándome con el dedo y riéndose entre dientes.
-No pienso dirigirte la palabra- le contesto-. Olvídate de mí.
-Ya lo estás haciendo, preciosa.
Evito decirle nada más porque sé que lo que quiere es provocarme para empezar una discusión, y aunque en realidad me apetece insultarlo, prefiero no hacerlo delante de Sarah y Jaden. Ya tendremos tiempo cuando volvamos al 12 de tener una conversación y de decirle todo lo que me de la gana.
Annie regresa con una cesta de pan en una mano y en la otra un bol transparente lleno de salsa marrón. Finn también vuelve a la mesa cargado con platos y cubiertos.
-Finnick, ve a por el zumo. Se me ha olvidado.
-¿Tienes algo más fuerte?-pregunta Haymitch.
Sarah le da un suave empujón y le niega con la cabeza para que no se le ocurra beber delante de ella; no lo soporta. Haymitch sacude la cabeza sonriendo y dice que era broma.
-Espero que os guste, es un receta que aprendí del Capitolio. Mi favorita.
Y por primera vez me fijo en lo que hay sobre la mesa. En la bandeja hay muslos de pollo jugosos, con verduras troceadas en pequeños cuadraditos, y gajos de naranja alrededor. Debajo del pollo hay una pequeña fuente de ensalada de lechuga y maíz. Supongo que el pollo está encima para que le de sabor. En la cesta reconozco el pan del 4 y también los pequeños panecillos que nos ponían en el 13. Annie comienza a repartir los muslos de pollos y a echar la salsa marrón por encima. Luego dice que nos sirvamos la ensalada nosotros y que mezclemos la lechuga con la salsa también. Finn trae zumo de naranja natural en una jarra y nos sirve a todos.
-Gracias-digo cuando ambos se sientan a la mesa.
-Podéis comer-dice Annie con una sonrisa.
Antes de llevarme nada a la boca desmenuzo la carne de los platos de Jaden y Sarah. Sé que ambos son ya grandes para hacerlo solos, pero es una costumbre que tengo desde que Prim nació. También les hecho más ensalada ya que no les gusta la verdura y apenas se han servido ellos. Luego, después de comprobar que a ninguno le falta nada, me llevo a la boca un trozo de pollo mojado en la salsa. El sabor impacta en mi paladar al instante. La salsa está echa de canela y le da un sabor asombroso al pollo. Agradezco a Annie lo que ha cocinado y me obligo a comer como una persona humana en vez de devorar lo que tengo delante en un instante.
-Annie, ¿cómo es que vivís aquí?-le pregunto cuando me sirve el postre; un pastel de nueces y nata recubierto con una capa de miel suave.
-Antes de tener a Finnick, volví al 4. Pero, después de 8 años viviendo allí decidí que volver al 13 sería lo mejor. Aquí es donde me casé y donde estuve con Finnick los últimos días de su vida. Este es el hogar donde creo que él está con nosotros-dice con algo de tristeza pero sin dejar de sonreír.
Miro a Finnick. Es clavado a su padre. Cuerpo atlético, cabello color bronce y ojos verdes mar. Corre detrás de una pelota, junto a mis hijos. Visto así, desde lejos, parecemos Peeta, Finnick y yo en versión más jóvenes que cuando participamos en el Vallaje. Se le ve un chico muy espabilado, fuerte tanto físicamente como psicológicamente. Veo cómo trata a su madre sé que la quiere más que a nada en este mundo. Miro a Finn y veo a Finnick.
-Chicos, siento interrumpir esta agradable comida, pero tenemos que volver a las instalaciones. Nos esperan-dice Haymitch mirándome.
-Os acompañaremos, así los chicos estarán juntos. Parece que se llevan bastante bien-dice Annie.
Caminamos con algo de prisa hacia las escaleras que nos conducirán al ascensor para bajar a la planta que corresponda. Un grupo de agentes de la paz nos acompaña hasta la planta -4, seguramente donde esté el hospital. Y no me equivoco, se abre la puerta del ascensor y vemos la recepción del hospital. Los agentes nos informan de que Paylor está en la habitación 247 y sin más contemplaciones nos dirigen allí. Hemos dejado fuera, cerca del bosque, a los niños. Ninguno creemos que sea bueno que visiten el hospital y menos si es para lo que tengo en mente; presentarme a las elecciones, bueno, hacerlo públicas mis ideas sobre ello.

Capítulo 6 (Parte II)


Paylor tiene la cara destrozada, llena de moratones y cortes por todas partes. Cuando la veo reprimo las ganas de salir corriendo por donde he venido. Odio las heridas, me da igual si son más grandes o menos graves; no las soporto. La mirada de la ex presidenta no se aparta de mis ojos en ningún momento. Sé que puede hablar aunque creo que le costará algo así como media vida hacerlo. Me acerco lentamente, intentando disimular el asco que me producen sus quemaduras y le sonrío cuando la tengo a unos metros. Está tumbada en la camilla, con tubos entrando por sus venas y conectadas a lo que creo que son productos capitolianos como los que me pusieron a mí para que me recuperara.
-Me alegra volver verte sana y salva-dice Paylor con la voz ronca y con mucha dificultad.
-¿Cómo te encuentras?
-Ya me ves-contesta-. Aunque mejor de lo que parece.
-Has tenido suerte-comenta Haymitch.
Entonces me percato de que no podremos hablar Paylor y yo a solas si mi novio y mi mentor están delante. Los echo fuera, y a Annie le digo dulcemente que me espere detrás de la puerta y que mantenga alejado a todo el mundo. Luego, antes de cerrar la puerta y quedarme a solas con Paylor, le digo a los agentes de la paz que busquen a Beetee, que es muy urgente. Así que nos quedamos Paylor y yo a solas.
-Quería decirte una cosa-cojo una silla y me siento a su lado-, lo primero es pedirte disculpas, no puedo evitar sentirme culpable de lo que te ha pasado.
-¡Oh, no! Para nada- se mueve en la cama, intentando incorporarse, pero como ve que es casi imposible, vuelve a colocar la cabeza sobre la almohada.
-Lo segundo es que...-cuando veo su expresión de dolor, su cara demacrada, los vendajes por todo el cuerpo y los tubos suministrándole la salvación, me replanteo lo que podría sucederme a mí-. Que puede que lo correcto sea presentarme a las elecciones. Soy el Sinsajo, al fin y al cabo.
-Lo que no significa que te tengas que sacrificar. Katniss, esa gente irá a por ti, ya lo están haciendo indirectamente. No te expongas más al peligro, preocúpate de tu boda.
-Pero...
-Paylor tiene razón-ahora es una voz masculina detrás de mí la que habla y la que me sobresalta.
Me doy la vuelta y descubro a Beetee mirándome mientras niega con el dedo índice. Coge otra silla y se coloca a mi lado. No entiendo por qué ahora el hombre que hace unas horas me ha dado la aprobación, lo niega todo y le da la razón a Paylor, aunque también me sorprende que ésta última haya dado la negativa a mi idea.
-¿Por qué?
-No estoy autorizado-dice de repente y abro los ojos como platos.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Katniss, no puedo decirte nada más. Nos estamos encargando de todo. Tú a tu boda, ¿vale?-veo un tono demasiado amenazador en su voz, un tono que me preocupa, que me provoca un escalofrío por todo el cuerpo.
-Pero...-vuelvo a intentar pero sin resultados de nuevo ya que ahora soy interrumpida por Plutarch.
-Ya me lo han dicho-anuncia-. Y puede que fuera buena idea, si llegaras con vida y la mantuvieras una vez que fueras presidenta.
Cierro la boca y no digo nada más. El día de hoy está siendo agotador y a cada minuto que pasa ocurre algo que no mejora su estado. Pensaba que tenía suerte, pero está claro que sólo era una ilusión. Peeta, Haymitch y Annie entran y el mentor sacude la cabeza levemente una vez que nuestras miradas se cruzan. Estoy casi segura de que él también lo sabe.
Estoy tan enfada que ni siquiera oigo las conversaciones que tienen entre unos y otros. No participo en el debate que se desata en cuanto a las elecciones y tampoco comento nada cuando se habla de mi boda. Peeta se da cuenta de mi enfado y me rodea el cuello con los brazos, apoyando su cabeza sobre la mía. Él sabe perfectamente que algo me pasa y está intentando arreglarlo. Deseo que no se haya enterado de mi absurda y patética idea de salvarnos a todos. Empieza a tararearme una canción al oído y, como es inevitable, el enfado comienza a irse de mi cuerpo.
Poco a poco todos comienzan a marcharse de la habitación. Plutarch es el primero porque dice que tiene que hacer unas cuantas cosas si quiere llevarnos al 12 hoy mismo. Luego se va Beetee, excusándose en que le ha surgido un imprevisto y tiene que irse ya. Como seguramente no volvamos a vernos hasta el día de mi boda, nos despedimos y me pide perdón sin darme más explicaciones. Haymitch necesita beber algo de alcohol y rápido. Effie no le deja beber dentro de su casa, y cuando viene a la mía, Sarah se lo prohíbe, así que tiene que aprovechar el momento.
-Chicos, voy a recoger a Finnick. Se hace tarde- Annie se levanta, coge la mano de Paylor y la besa antes de despedirse de nosotros-. Nos vemos el 18, sed pacientes- sonríe y sale por la puerta.
Nos quedamos Peeta, Paylor y yo solos. Supongo que la ex presidenta querrá dormir, descansar después de la tarde que ha estado teniendo. ¿Cuántas horas hemos estado aquí? Me siento algo mal por haberme enfadado de esa forma, más con lo convaleciente que está. Así que me dispongo a disculparme cuando Peeta habla:
-Katniss, creo que nosotros también deberíamos irnos.
-Podéis quedaros más si queréis. Echo de menos la compañía.
-Pero tienes que descasar-digo yo.
-Vale. Intentaré estar en vuestra boda lo más recuperada que pueda, prometo parecer mucho mejor de lo que estoy ahora.
-Tú sólo piensa en recuperarte, si no puedes venir, no importa. Lo entenderemos-cojo la mano de Peeta y asiento a sus últimas palabras.
-Iré, es un promesa-con dificultad guiña un ojo-. Pero antes, si no es mucho pedir, Peeta, déjame hablar con tu esposa.
-Futura-corrijo involuntariamente y acto seguido los tres nos echamos a reír.
Peeta sale por la puerta riéndose y despidiéndose con la mano de Paylor, dejándonos solas. Me acerco a la ex presidenta con algo de miedo, porque su cara ha tomado la expresión que tenía cuando hacía comunicados desde el Capitolio, cuando tenía que decir cosas importantes. Me siento de nuevo en la silla y espero a que sus labios quieran pronunciar aquello que me tenga que decir.
-Katniss, no tengo la autorización para hacerlo, pero necesito que lo sepas- comienza entre susurros-. Si no supiéramos todo lo que sabemos estaríamos encantados de tenerte como presidenta, sabemos que sería no la elección de la asamblea, sino la de Panem entera. Pero no puede ser. Tu vida correría un riesgo extremadamente peligroso...
-Un riesgo que estoy dispuesta a correr-la interrumpo.
-¿Y el riesgo de ver morir en tus propios brazos a tus hijos?- cierro la boca y agacho la cabeza.
Uno de mis muchos defectos es que siempre pienso en mí, y luego en los demás. Sí, había pasado por mi cabeza la idea de que a ellos pudiera afectarles mi muerte, pero no había caído en la cuenta de que la mejor manera de hacerme daño es arrebatarme lo que tengo a mi alrededor. Ya lo hicieron hace 15 años con Peeta. Cómo el Capitolio, el Presidente Snow, sabía que mi debilidad era aquella. Sabía cómo hacerme daño, y si él lo supo, otras muchas personas también lo saben y pueden utilizarlo en mi contra. Puede que sea un secuestro, un accidente, un asesinato por alguien del distrito, o cualquier cosa. Incluso también pueden lavarles el cerebro con veneno de rastrevíspula, secuestrarlos y devolvérmelos con la idea de que soy su enemiga y tiene que matarme. O, ¿y si me lo hicieran a mí? ¿Y si me hicieran lo mismo que a Peeta y me soltaran para que matara a mi familia? Luego podrían volver a lavarme el cerebro y hacerlo a la inversa, librarme poco a poco del veneno y darme cuenta de mis asesinatos. Esto sí que no puedo permitirlo.
Me doy cuenta de que lo único que Paylor, Beetee, Plutarch, e incluso Haymitch intentan es salvarme la vida a mí, y a mi familia. Debo estar agradecida porque piensen en todo, porque no se les escape detalle y me protejan ocultándome cosas y desechando mis ideas suicidas.
-Tienes razón, tenéis razón-admito-. Siento haberme comportado así.
-¿Te refieres a la bofetada de Peeta?
-Bueno, eso y todo.
-No te preocupes, todos lo entendemos. Pero, escúchame-me indica con la mano que me acerque-, no hagas tonterías, ¿vale?
-¿Por qué iba a hac...?
-Tú sólo hazme caso y no protestes, es una orden soldado Everdeen.
De repente me enderezo. Alzo la barbilla y siento la necesidad de coger un arco con fuerza. Me transporto al tiempo cuando estábamos en el Distrito 8 las dos, sin conocernos previamente, paseando por el hospital mugriento y lleno de personas muriéndose. Cómo todos me reconocieron, cómo todos pensaban que era su salvación, su Sinsajo. Me convertí en soldado. Pasé de la noche a la mañana de ser una chica normal de la Veta de 16 años a tributo. Luego a rebelde, más tarde a tributo de nuevo. Y finalmente, con 17 años, a soldado, viendo morir a tantas personas. Con el corazón entre la espada y el pecho, con la vida rota de una adolescente no tan niña que debía extender sus alas y luchar en una guerra si no quería morir. Una chica cuya aspiración era la venganza.
-Sí, señor-contesto como en los viejos tiempos-. Pero creo que dejé de ser soldado hace tiempo.
-No para mí, no hasta que te cases. Ese es el trato.
-¿Qué trato?
-Es una orden-dice de nuevo-. Y tienes que cumplirlas.
-Pero entonces puedo hacer estupideces después de la boda, ¿no?
-Nunca. Y esto sí que es una orden directa. Dejarás de obedecer mis órdenes una vez te cases, pero todo lo que te ordene antes de ello debes cumplirlo. Es decir, que si ahora te mando no cometer tonterías antes y después de la boda, lo haces. ¿Entendido?
No está de broma. Lo está diciendo todo alto y fuerte, consumiendo un montón de energías a cada palabra y con cada ademán que hace con las manos. No entiendo por qué sigo siendo soldado, pero supongo que es algo que, en el fondo, seguiré siendo toda la vida. Al igual que tributo. Por mucho que quiera desprenderme de ese título siempre seré la tributo femenina del Distrito 12 que ganó los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre. Siempre.
-Entendido-respondo.
-Katniss, ¿estás bien?
-Sí, ¿por qué lo dices?
-Sólo que te quedas durante mucho tiempo pensando-ríe-. Supongo que en estos momentos tienes muchas cosas a las que dedicarles tiempo.
-Siempre-sonrío-. Desde hace 16 años estoy que no paro-bromeo.
-Me alegro de que estés viva.
-Yo puedo decir lo mismo-cojo su mano entre las mías y la aprieto con fuerza-. Ponte bien pronto.
-En cuanto pueda andar recibirás una llamada de mi parte.
-Estaré esperando.
Peeta asoma la cabeza por la puerta y dice que nuestro aerodeslizador nos está esperando en las pistas, que Plutarch tiene algo de prisa y que como no nos vayamos de aquí ya, no habrá nadie capaz de sacar a Haymitch del bar.
No quiero despedirme de Paylor aún. No sé por qué esta mujer me inspira tanta fuerza y confianza. Pienso que en realidad ha tenido mucha suerte de haber salido viva del accidente. Según lo que he oído antes, mientras Peeta me acariciaba la mano para tranquilizarme, un vehículo bastante más grande que en el que iba Paylor, chocó contra ella justo antes de una reunión en el Congreso. Los conductores de ambos coches murieron en el acto. Sólo ella sobrevivió, y supongo que a quién se molestara en organizarlo todo (si es que existe ese alguien) no le tuvo que sentar muy bien que su plan fracasara.
-Paylor, debo irme. Llamaré mañana para ver cómo sigues- me levanto y me dirijo a la puerta.
Justo antes de cruzar el umbral su potente voz me detiene:
-Katniss- me llama y me giro-, pase lo que pase, veas lo que veas, nunca olvides quién eres, y quién es el enemigo. Nunca.





sábado, 21 de julio de 2012

Capítulo 5 (Parte I)


Después de mucho, mucho insistir, y de tantas súplicas por mi parte, Haymitch accede a ponerme en contacto con Beetee. Por la noche, antes de dormir bajo las brazos protectores de Peeta, se me ocurrió que quizá él pueda ayudarme. No estoy segura de lo que quiero, o de lo que podría hacer, pero tengo claro que no puedo dejar que mis hijos sufran las consecuencias por mi culpa, al fin y al cabo, si hay opresores y conspiradores es gracias a mí. Así que, en cuanto me desperté esta mañana, fui corriendo a casa del mentor para que me diera el teléfono de Beetee. Al principio Haymitch se negó, dijo que mejor era que no me metiera y que no tuviera ideas estúpidas para salvarnos, pero al final, después de una llamada del Capitolio informando de que en el 1 hay un revuelta, el mentor no ha tenido más remedio que hacer caso a mis súplicas.
-¿Diga?-oigo la voz de Beetee al otro lado.
-Soy Katniss-digo.
-¡Katniss! ¿Qué tal estás? Justo ahora estaba viendo tu invitación.
-Bien, estoy bien, pero necesito tu ayuda.
-Pues el hecho, es que yo también necesito la tuya. Iba a llamarte dentro de un rato.
-¿En serio? ¿De qué se trata?
Hace una pausa mientras rebusca entre unos papeles y hace ruido sobre una mesa. Carraspea unos segundos antes de decir:
-Necesito que vuelvas a ser el Sinsajo, sólo por una vez más.
Me quedo callada, pensativa. Puede que quiere que vuelva a ser el Sinsajo para hacer un propo o algo por el estilo. Ya lo había pensado antes. Quizá eso pueda calmar los ánimos de muchas de las personas que planean hacer un levantamiento.
-Te escucho.
-Quiero que hagas un comunicado. Te vestirás con la misma ropa de los propos anteriores. Tenemos las líneas que queremos que digas, y...puede que sea interesante hacer pública tu boda.
-Está bien. Si con eso conseguimos calmar los ánimos hasta que sean las elecciones, lo haré.
-Perfecto. ¿Qué te parece si mañana te recoge un aerodeslizador en tu misma puerta?
-Lo esperaré, gracias, Beetee.
-No. Gracias a ti, Katniss.
La llamada finaliza. Beetee mandará un aerodeslizador que me transportará al 13. Supongo que podré reencontrarme con mucha gente que conocí allí, así como con Annie. Tengo entendido que vive allí con su hijo; Finnick. Le puso el nombre de su padre en memoria de él, y estoy totalmente a favor suya. Ojalá Finnick Odair estuviera aún vivo. Ojalá cuando fuera al 13 mañana apareciese de algún rincón como Cinna lo hizo. Pero lo vi morir con mis propios ojos y sé que por mucho que lo desee nada le devolverá la vida.
-Así que de nuevo el Sinsajo-dice Haymitch.
-A ver cuando aprendes a dejar de meterte en conversaciones ajenas.
-Te acompañaré, ¿Peeta va?
-No me ha dicho nada, así que creo que no.
-Bien. Pensaba que te ibas a negar.
-No mientras pueda mantener a mis hijos a salvo.

Cuando le comento a Peeta la conversación con Beetee y el plan que tenemos para mañana, al principio parece negarse. No está de acuerdo que vuelva a meterme en el traje del Sinsajo, aunque sea la última vez. Pero mis besos consiguen hacerle cambiar de opinión, aunque pone una condición; que tanto él como Sarah y Jaden nos acompañen. Ahora soy yo la que no está de acuerdo. Puede que volver al 13 le traiga malos recuerdos a mi futuro marido y no creo que eso sea bueno. No digo que de alguna forma el veneno vaya a volver, pero sí que al encontrarnos allí los recuerdos de lo que pasó vuelvan a su mente y se sienta mal. Pero no se lo digo. Acepto sus condiciones y vuelvo a beasarlo.
-Pero-vuelve a objetar-, si no te sientes a gusto con lo que tengas que decir o con cualquier cosa, se acabó. Nos marchamos.
-Eso no va a pasar.
-¿Estás segura de lo de la boda? Me refiero a decirlo, todo el mundo lo sabrá e intentarán captar alguna imagen.
En cierto modo, tiene razón. Mi boda será un evento que desde el mismo momento en que lo haga público mucha gente intentará inmiscuirse, pero si tengo que hacerlo para que la propia boda sea el motivo por el cual los ciudadanos dejen de pensar en levantamientos para centrarse en mi matrimonio, lo haré. Al menos es lo único que puedo hacer. Mientras tenga en mi mano la posibilidad de hacer que el gobierno resista hasta las elecciones...Lo que me preocupa es lo que venga después. Quién salga elegido. Espero que nadie que intente acabar con mi vida o alguien que quiera los Juegos de nuevo. Eso sería inviable.
-Espero no arrepentirme después.
Peeta me besa con fuerza. Me mira a los ojos cuando se separa y esboza una alegre sonrisa. Es como si nada pudiera romper el vínculo que hemos creado en todos estos años. Como si fuésemos inseparables. Y espero que durante el resto de nuestras vidas esto sea así. Recuerdo vagamente hace 16 años, cuando estábamos en la primera Arena y lo besé por primera vez. Todo por los patrocinadores, todo por salvarnos, no por amor. Y después de ese beso vinieron muchos más, y las caricias, y las palabras rebuscadas. Luego viajo tiempo adelante, cuando el Vasallaje. Cuando casi muere al tocar los límites del estadio. Cuando casi lo pierdo. Y después ese beso en la playa, la magia que sentí durante un momento. Casi la misma magia que siento ahora. Sé que no he estado enamorada de él tanto tiempo, que Peeta sí que me ha querido desde el primer momento que me vio. Ya lo dijo en la cueva. Sin embargo lo mio ha sido un proceso lento de años. Poco a poco he ido notando como el amor que siento por él ha surgido. Cuando me convertí en el Sinsajo lo hice por él, no por nada más, y ahora que tengo que volver a serlo, también lo hago por él y por la familia que hemos creado los dos. De no ser por Peeta jamás hubiese luchado en la revolución, me hubiese ido consumiendo lentamente en el Distrito 13 sin hacer nada por remediarlo. Fue esa entrevista con Caesar Flickerman después del Vasallaje, cuando lo tenían retenido, lo que me hizo despertar y prometerme a mí misma traerlo con vida.
¡Oh, Caesar! Se me había olvidado su invitación. Seguro que Effie habrá guardado una para él. O al menos eso espero. Lo detuvieron un par de semanas después de que Paylor fuera la presidenta. Lo absolvieron ya que el pobre sólo había hecho entrevistas todos esos años bajo órdenes estrictas del Capitolio. Además tuvo que volver a presentar los últimos Juegos, haciéndole entrevistas a niños que él mismo conocía, o al menos, eso es lo que tengo entendido. Ahora no sé qué estará haciendo o dónde trabajará. Algo me dice que presentará algún programa capitoliano o puede que al igual que a mí el gobierno le de una paga para que pueda sustentarse. Al fin y al cabo, Caesar sólo ha conocido el trabajo de presentar los Juegos a lo largo de toda su vida. Me pregunto cómo estará. Si seguirá con el pelo tintado, la cejas del mismo color y los labios igual que lo anterior. ¿Seguirá pareciendo el mismo de siempre por muchos años que hayan pasado? ¿O, por el contrario, parecerá haber envejecido notablemente sin la cirugía que antes debía hacerse?

El aerodeslizador llega bastante temprano con su particular zumbido anunciando su llegada. Effie nos despide desde el porche de la casa de Haymitch mientras Sarah y Jaden suben a la nave. Después suben Peeta y el mentor, sin dejar de apartar la vista del suelo y de mí. Cuando subo yo, pegada a la escalera, me encuentro con una cara muy, muy familiar, y con esa sonrisa inconfundible en dicha cara.
-¿Pero qué tenemos aquí?-pregunta Plutarch desde su asiento sin dejar de agarrar con fuerza los pilotos.
-¡Hola!-exclamo con algo de entusiasmo porque pensaba no encontrármelo hasta llegar al mismo distrito.
-Estás estupenda-suelta los mandos y se dirige a darme un abrazo.
Nos abrazamos con fuerza y sigue diciéndome lo genial que me veo aún después de haber tenido a las preciosidades de mis hijos. Luego se dirige a Peeta, se estrechan la mano para dar paso a otro fuerte abrazo, saluda a Haymitch y por último, Plutarch se presenta a mis hijos. Éstos enseguida parecen reconocerlo rescatando fragmentos de la historia que les contamos.
-Bueno, ¿preparados para volver al 13?-pregunta volviendo a sentarse en su asiento y diciéndole a otro piloto algo.
-¿Ha cambiado aquello?-pregunta Haymitch.
-Hay casas en el exterior, pero principalmente la vida se está llevando acabo bajo tierra, como siempre. Por cierto, van a trasladar a Paylor al hospital del 13. Tenemos mejores medios y...-mira en todas las direcciones-creemos que es más seguro para ella-susurra.
Como pensaba, y como piensa casi todo el mundo, al menos aquellos que me rodean, Paylor no ha sufrido un accidente, sino que todo estaba planeado. Alguien debe tener un plan perfecto para hacerse con el poder mediante asesinatos y accidentes premeditados, por lo tanto, ahora he de andarme con más cuidado allá donde vaya. Hay algo que me llama la atención y es cómo salimos el otro día casi corriendo del Distrito 1 Cinna, Effie y yo. El estilista se dio mucha prisa por llegar a la estación de tren, evitó los atascos y los lugares donde había mucha gente. En todo momento me protegió con su cuerpo mientras miraba a Effie de un modo muy particular. Effie, por su parte, intentaba que pasáramos desapercibidos y no paraba de mirar hacia atrás. Puede que ambos, incluso Haymitch, sepan algo más de lo que sé sobre la muerte de Simon y el accidente de Paylor. Creo que todos saben que alguien está intentado acabar con todos aquellos que puedan suponer un problema para su propósito. Y yo estoy en el ojo de mira.
-¿Cuando llegará?
-Hoy, no sé si por la tarde o ya entrada la noche.
-¿Cómo está?-pregunto deseando que diga que mejor para poder hablar con ella.
-Estable-contesta-. No recuerda nada, pero al menos ya está consciente.
-¿En cuánto a las elecciones?-interroga Peeta.
Plutarch niega con la cabeza y mira al horizonte intentando concentrase en llevar por buen camino la nave. Paylor no estará, ya está confirmado. Noto que las lágrimas se me agolpan en los ojos por pura rabia e impotencia. Ahora la única oportunidad de calmar los ánimos soy yo, pero en cuanto a quién saldrá en las elecciones no tengo ningún poder. A no ser que...me presente a la presidencia. La gente quiere al Sinsajo, por lo tanto, si quiero que nada le pase a nadie solo tengo que presentarme, ¿no? Es una idea estúpida, así la calificaría Haymitch, pero qué puedo hacer sino. Sé que prácticamente sería un suicidio ya que si han atacado tanto a Simon como a Paylor, dejarme a mí fuera de combate sería lo siguiente y muy poco complicado. Pero necesito de alguna forma poder proteger a mi familia. Propondré mi idea cuando estemos en el 13, primero se lo diré a Beetee, y si Paylor llega a tiempo y puedo hablar con ella, será la siguiente.
-No tardaremos mucho en llegar, la tecnología ha avanzado en estos últimos años y si antes tardábamos poco, ahora ya casi no te enteras de que estás viajando- anuncia Plutarch con el rostro brillante al poder manejar una máquina como esta.
Me siento algo más aliviada de que sea así porque significa que pronto podré ver a Beetee y decirle mi idea, así como que Paylor llegue a tiempo antes de que vuelva a casa. Necesito hablar con todos y tener la aprobación de la mayoría. Sé que Peeta se negará rotundamente, que Haymitch me tomará por loca y que tanto Plutarch como Beetee, e incluso Paylor, estarán de acuerdo. Pero algo me dice que es una decisión poco acertada, puedo morir antes de las elecciones, antes de mi boda. Además compaginar tanto la boda como la campaña será una tarea muy ardua, y si muero, ¿quién protegerá a mi familia? ¿Quién le enseñará a Jaden cómo cazar y quién hará que Sarah sepa nadar? Si muero, además, seguro que el nuevo gobierno sería parecido al anterior, casi lo tengo asumido, por lo tanto, si volvieran los Juegos, si el nuevo presidente quisiera retorcer de dolor a mi familia, ¿quién se encargaría de llevar a mis hijos por el bosque para que jamás, jamás pudieran salir en la Cosecha? Hay muchos aspectos que dejo aparte, hay muchas situaciones que podrían hacer que mi familia lo pasara muy mal, ya no sólo por mi muerte.
Mientas pienso en lo que sería mejor para cada uno de nosotros, el aerodeslizador aterriza en las pistas del 13, donde me entrené antes de ir al Capitolio para luchar. Bajamos de la nave y yo ando algo confusa, aún perdida en mis pensamientos más profundos y sin la intención de volver aún. Peeta me coge la mano y me susurra que en cualquier momento, cuando me sienta mal, volveremos por donde hemos venido y nos olvidaremos de todo. Sin embargo, ahora no me preocupa hacer pública mi boda o pasearme por el 13 como si nada. Mi preocupación ahora es qué hacer para que todo siga tal y como está. Quiero controlar la situación.
Unas escaleras -que no recuerdo haber pisado antes- nos llevan bajo tierra donde nos encontramos con un ascensor. Plutarch pulsa el botón que indica -7, y enseguida nos ponemos a bajar lo que considero una distancia enorme. El ascensor hace ruidos extraños y oxidados. Jaden me coge con fuerza la mano que tengo libre y se protege con mi cuerpo. Nunca antes ha montado en algo así y ahora siente cierto temor. Cuando la puerta se abre veo un pasillo largo, estrecho y claustrofóbico. Ya lo odiaba en su tiempo pero ahora lo hago mucho más.
-Bienvenidos al Distrito 13. Está prohibido salir al exterior sin autorización previa, así como ir de un lado a otro correteando-informa Plutarch mientras andamos por el pasillo en fila india-. No están permitidos los juegos-mira a mis hijos con una sonrisa y sigue andando más rápido-. Tampoco está permitido entrar en las habitaciones que tengan un piloto rojo en la puerta, además tampoco podréis sin esto-alza una tarjeta-. Unos agentes de la paz, no como los de antes, Katniss -me mira y alza las cejas-, custodiarán a Sarah y Jaden en su estancia por el edificio. Si quieren ir al exterior lo podrán hacer, pero necesitarán tu permiso por escrito- me rio por esa norma tan ridícula. ¿Por qué he de poner que mis hijos pueden ir fuera por escrito? ¿No vasta con decirlo?-. Vosotros-señala a los mayores-, creo que ya conocéis algunas de las normas, así que, por favor, no me hagáis recordarlas. Más o menos todo sigue siendo igual.
-Plutarch, ¿por qué todo sigue siendo tan estricto?-pregunta Haymitch.
-Estamos en el 13, ¿no?
Andamos hasta dejar a Jaden y Sarah en una sala donde hay más niños. Creo que están teniendo algún tipo de clase, como si fuera el colegio. Plutarch nos explica que sólo estarán ahí por unos minutos, que enseguida los agentes se los llevarán a dar una vuelta por alguna que otra planta, básicamente por donde mi vida se desarrolló aquí dentro. Luego nos hace pasar a una sala enorme y veo a Beetee al fondo.
-¡Miradlos! Parece que los años no pasan para vosotros.
-Encantada de verte de nuevo-le digo acercándome.
-El placer es mío- Beetee me abraza-. Tengo que hablar contigo a solas.
-Yo también-le digo-, tengo una idea.
-Me voy a empezar a poner celoso si no sueltas a mi futura mujer-bromea Peeta.
-No creo que eso sea necesario-dice Beetee soltándome y dirigiéndose a él.
Se saludan entre ellos, comparten alguna que otra anécdota y recuerdo. Yo hace segundos que he dejado de oírles para ver mi traje de Sinsajo colgado al final de la sala. Me acerco a él y paso la mano por la tela. Cojo el arco que una vez me perteneció y apagué justo después de asesinar a Coin. En cuanto pongo los dedos sobre él, se enciende. Supongo que no tendré que volver a utilizarlo, no para otro fin que no sea volver a ser el Sinsajo sólo para hacer el comunicado, nada más. No pienso volver a tensar su cuerda y disparar hacia ningún objetivo.
-¿Cuándo comenzamos?-pregunto intentando captar la atención de los cuatro hombres.
-Ven-me dice Beetee-, tengo que contarte un par de cosas antes de grabar nada.
Salimos fuera de la sala y me lleva lejos de la misma, antes de comenzar a hablar, manda a dos agentes de la paz que custodian una puerta que se marchen, y luego entramos allí. Me da un papel donde veo con letra negra las frases que debo decir en cuanto la cámara se encienda y comience a grabar.
-¿De memoria?
-Inténtalo-me guiña un ojo-. ¿Cuál es esa idea tuya?

Capítulo 5 (Parte II)


-Bueno, no sé realmente qué está pasando. Sé que nada bueno, que hay una conspiración o algo por el estilo.
-¿Quieres la verdad, Katniss?- asiento-. Tienes toda la razón. Existe esa conspiración, existe un gobierno opresor, existe el odio. La venganza.
-¿Venganza?
-Sí, no podemos hacer nada. Podemos grabar un propo, podemos calmar la preocupación, podemos intentar que tu boda sea un evento que ayude a mitigar las revueltas, pero no podemos prometer que Panem no se sume en el caos de nuevo.
-Pero Beetee, si eso pasa la gente volvería a formar una rebelión contra el Capitolio.
-Puede que sí, sólo si hablamos de que el Capitolio tenga privilegios que no tengan los demás distritos.
¿Qué? No lo entiendo. ¿Quiere decir que sólo la gente protestaría si el Capitolio vuelve a ser el más poderoso de todos? Si hay Juegos no importaría si participara el Capitolio, eso quiere decir, ¿no? Pero cómo va a ser eso posible. Es lo más absurdo que he oído, es más estúpido que mi idea de ser presidenta. Además, ¿cómo va a existir un gobierno tirano si no hay nadie que tenga más poder que otro?
-Beetee, eso no es posible. No podemos volver a estar como antes si el Capitolio tiene los mismos derechos que los demás.
-Mientras tú no lo sepas no habrá problemas. Verás, esta vez será diferente, no serán tan tontos, no al principio. He oído todo lo que los candidatos quieren hacer, y la verdad, si fuera cierto, cualquiera podría salir sin inconvenientes para la Asamblea. Todos serían dignos, siempre que prometiesen cumplir con las Normas de la Paz-hace una pausa para que asimile todo lo que quiere decirme-. Puede que nos equivoquemos, a lo mejor el nuevo presidente no tiene planes conspiradores ni nada por el estilo, pero entiendo que después de todo lo vivido no podamos fiarnos.
-¿Entonces?
-Sólo nos queda esperar.
-He oído eso mucho últimamente, y la verdad es que estoy cansada. Mi idea es presentarme a las elecciones.
-¿Quieres ser la presidenta?
-No, para nada. Sabes que odio todo ese mundo, pero si salvo a mis hijos de la tiranía, la respuesta es sí.
Beetee se queda callado, mirándome. Veo en sus ojos una disculpa, supongo que el perdón que nunca llegó después de la muerte de mi hermana, pero también veo esperanza. Ve en mí la presidenta que justo se hubiese elegido de haberse hecho una asamblea. Él sabe que yo sería la primera en respetar la libertad y en promover la paz, y sabe que mi cara es el símbolo de la rebelión, que soy el Sinsajo, y, aunque hay mucha gente que me odia, también hay mucha gente que me quiere. Puede que todos me recuerden como la adolescente que ganó y desafió al Capitolio, y por supuesto, que devolvió la paz a todos y cada uno de los distritos. Aquella chica que mató a Coin, que clavo la flecha que debía haber acabado con la vida del Presidente Snow en su corazón. Sí, también habrá muchos que me vean como la pobre loca infeliz que perdió a su hermana y en consecuencia la cabeza. Muchos me habrán olvidado. Después de todo, desde que maté a Coin no he vuelto a salir en público. La mayoría creerá que estoy internada en algún centro o que no he sido capaz tanto de superar todo lo que pasé, como haber sido capaz de formar una familia, y menos al lado del hombre que ganó los Juegos junto a mí y fue envenenado para intentar matarme. Pero aquí estoy, más fuerte que nunca, con mucho más por lo que luchar en estos momentos.
-Es una idea genial, hay que hablarlo con los demás.
-Antes me gustaría consultarlo con Paylor. Sé que va a venir.
-Para ello debéis quedaros esta noche y volver mañana al 12. No nos dará tiempo de grabar y planear tu salto a la presidencia en un sólo día, y menos en el estado en el que está Paylor.
-Vale, pero tendríamos que grabar ahora y preocuparnos por lo otro después.
-Lo que quieras, chica en llamas.
Salimos de la habitación donde nos habíamos metido para tener más intimidad y volvemos a donde están Peeta, Haymitch y Plutarch. Los tres parecen haberse puesto al corriente de todo lo que sucede y me miran con el semblante serio. Pestañeo un par de veces creyendo que de alguna manera han escuchado mi plan y luego me convenzo de que sólo es por todo este rollo de las elecciones y todo eso. Beetee los manda fuera y llama a un equipo de preparación. Dos estilistas que no conozco y que no tiene ni por asomo la misma habilidad que Octavia, Flavius y Venia, me arreglan el cabello es una trenza simple y me maquillan con lo básico. Me ayudan a ponerme el traje del Sinsajo y, una vez estoy en él, los recuerdos se agolpan en mi mente hasta el punto en el que me mareo. Peeta viene casi corriendo y me sujeta con fuerza.
-Katniss, ¿estás bien?
-Sí, sí. No te preocupes- pero empiezo a verlo doble y el mundo da vueltas sin parar-. Creo que no he descansado lo suficiente, sólo es eso.
-A la próxima nos vamos, te lo prometo.

Nos llevan a los exteriores. Según Plutarch será mejor grabar ahí fuera con todo el bosque de fondo y el sol dándome de pleno mejor que la luz artificial. Mientras caminamos me voy aprendiendo frase por frase todo aquello que debo decir. Son líneas fáciles con el mensaje claro. Beetee dice que lo del anuncio de la boda me lo deja a mí, que no hace falta que me pongan el texto. De nuevo la tarea de improvisar, ¿es que nadie entiende que no sirvo para eso? Peeta es el que hace magia con las palabras, no yo.
De repente, cuando me están colocando justo donde quieren que grabe, veo a Sarah y Jaden corriendo detrás de una pelota con otros niños alrededor. Se están divirtiendo y me pregunto si habrá sido Peeta el que les habrá dado el permiso por escrito.
-Katniss, estamos aquí- dice Beetee haciendo aspavientos con los brazos-. Cuando quieras comenzamos.
Me coloco en posición y releo por última vez todas las líneas, dejo caer el papel y cierro los ojos esperando acordarme de todo. Al abrirlos veo que la cámara ya está lista para comenzar a filmar y suspiro asintiendo con la cabeza. Ya estoy lista y sé que debo esforzarme para que esto salga bien.
-A la de tres-dice Plutarch-. Uno, dos...-cada segundo pasa lento y me permito mirar a Peeta por última vez antes de grabar-. Tres.
El piloto de la cámara se vuelve rojo y miro hacia ella durante unos segundos, con la mirada fría, con los labios cerrados, sellados antes de decir nada. Estoy intentando que la gente que vaya a verme tenga tiempo para ver y reconocer al Sinsajo, entonces, cuando creo que todo el mundo sabrá quién soy, digo con voz alta, clara y firme:
-Ciudadanos de Panem, quiero haceros un comunicado. Sé que estas últimas semanas sin presidente están siendo duras para algunos, pero no debéis temer. Pronto todo se solucionará y el país estará seguro-la voz me tiembla un poco al decir la última palabra porque todo indica que es mentira -. Ahora todos debemos mantener la calma. No debe haber altercados ni nada por el estilo. Todos sabemos que somos una nación fuerte y que podremos esperar...-entonces justo debajo de la lente de la cámara, hacia donde estoy mirando, aparece un cartel blanco con letras grandes inscritas en él. Al principio pone “lee lo siguiente en voz alta”-. ...esperar justo una semana y dos días. El 18 todos presenciaremos las elecciones, así como mi boda- abro mucho los ojos al leer “18” y “mi boda”. La noticia me deja en estado de shock durante segundos hasta que atisbo a Peeta por el rabillo del ojo diciéndome que siga-. Ese mismo día acontece mi matrimonio con Peeta Mellark. Quería pedirnos en nombre de muchos otros que hasta ese día no hagáis nada por intentar solucionar el problema, ya que sólo se agravaría más-quitan el cartel y ponen otro nuevo-. Hasta ese día- vuelvo a repetir porque es justo lo que leo y entiendo que es una indirecta-. El Sinsajo a resurgido de sus cenizas y no volverá a irse, lo prometo.
Cuando veo que la luz roja se apaga y que no hay más letras que leer, me apoyo contra un árbol y pienso lo que acabo de decir; las elecciones son el mismo día que mi boda. He dicho que la gente debe mantener la calma hasta ese día, justo hasta el 18. ¿Por qué? Beetee ha dicho que lo mismo estaban equivocados, pero si lo que pienso es verdad, entonces todo da a entender que si que habrá un gobierno parecido al de antes y que si el Sinsajo renace tendré que volver a pelear. Odio que hayan hecho ese cambio de última hora. Seguro que ya lo tenían planeado de antes.
-¿Estás bien?-pregunta Haymitch acercándose.
-Tú lo sabías, sabías que era en mi boda. ¿Cómo no me lo has dicho antes?
-Katniss...
-¡No, no me vengas con excusas!-replico furiosa-. Siempre me haces lo mismo, ¿cuándo voy a tener el derecho de saber la verdad justo en su momento?
-Katniss...-vuelve a intentar pero de nuevo le corto.
-Haymitch, tenía derecho a saber que las elecciones son el 18. Y encima me hacéis aprender algo que luego no digo, ¿por qué?
-Katniss, fui yo. Yo dije que no te lo dijeran-dice de repente Peeta.
-¿Qué?
Peeta intenta abrazarme, supongo que para intentar calmarme, pero ahora mismo estoy tan enfadada con todos los que me rodean que me zafo de sus brazos y le planto una bofetada. Es un movimiento involuntario. En cuanto soy consciente de que he agredido a Peeta salgo corriendo hacia el bosque. Sé que él no tenía derecho a elegir qué debo saber y qué no debo, pero tampoco he debido pegarle. Toda la tensión, toda la furia acumulada, ha salido disparada en esa bofetada y ahora me siento muy mal.
Empiezo a llorar descontroladamente y arco en mano sigo corriendo por el bosque con la intención de alejarme de la civilización por un rato. Mi comportamiento no ha sido el más adecuado y encima todo el mundo lo ha visto. Ahora necesito tiempo para pensar, meditar y ver que diré al volver a 13 para justificar mis medios.
No puedo contar con el apoyo de Peeta ahora mismo y necesito sus brazos como cualquier noche después de una pesadilla. Ojalá hubiera pegado a Haymitch porque ahora no me sentiría tan avergonzada. Pero estoy en lo cierto. Tengo el derecho de cabrearme ya que nadie me ha contado que mi boda iba a coincidir con las elecciones. Sé que lo han hecho por mí, o al menos es lo que pensaban.
Me quedo durante horas sentada en una roca esperando que alguien venga a por mí, o a tener las fuerzas suficientes como para volver con los demás y pedir disculpas. Mirar a Peeta a los ojos y desear que no tenga en cuenta lo que he hecho. Entonces me levanto lentamente, con una flecha cargada para disparar y acertar en la rama de un árbol, pero justo cuando voy a soltar la cuerda, un mareo intenso vuelve a apoderarse de mí y caigo al suelo de rodillas. La cabeza me da vueltas y veo borroso. No sé que me ocurre. Puede que sea por no haber desayunado esta mañana, puede que sea por la presión, o simplemente todos estos pensamientos me produzcan este tipo de dolor. Sea lo que sea, siento que estoy apunto de desmayarme justo antes de escuchar unos pasos dirigiéndose hacia mí.